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lunes, 8 de marzo de 2010

MARGARITAS



Este país y sus habitantes me siguen sorprendiendo. Hay días en los que me acuesto convencido de que son unos asilvestrados sin ninguna clase de modales y otras veces me descubro pensando que probablemente mantienen normas de convivencia ya olvidadas en en la vieja Europa. El autobús, cada mañana y cada tarde, es un más que interesante banco de pruebas.
Esta mañana, después de la charla habitual con el conductor, que posiblemente se merece un post para él sólo y su gremio, he podido leer tranquilamente el periódico, de los de verdad, no uno de esos folletines gratuitos, gracias a la amabilidad del vecino de asiento que me lo ha pasado cuando ha terminado con él. Ese gesto se ha convertido en algo cotidiano, y la verdad es que le alegra a uno la mañana, un día de estos voy a tener que comprar yo uno distinto para poder intercambiarlo.

Todo ha transcurrido sin demasiadas incidencias, la rutina se ha adueñado por completo del tiempo por aquí, y a veces se agradece. Mañana puede que la cosa cambie, estoy citado con el jefe para discutir posibles proyectos de investigación...tormenta de ideas. Ya contaré en que queda todo.

Los lunes son el día de las costillas en el irlandés de aquí al lado, ahora completamente engalanado con enormes tréboles, esperando con impaciencia la llegada de Saint Pats. Por diez dólares costillar entero con salsa barbacoa y french fries, ración perfecta para los dos, todo regado con una pinta del franciscano...que buenos recuerdos. Así que allí hemos terminado el día, cena multitudinaria y multinacional, a la que se ha sumado una médico recién aterrizada, del pueblo de al lado. El mundo continua empequeñeciéndose.

Ya de vuelta a casa la niebla, casi de golpe, había ocultado la ciudad y apenas se veía a un palmo, para recordarnos los orígenes.

Por cierto, ayer se llevó un Oscar El Nota, gran noticia, la mejor de la noche. Un ruso blanco a su salud y música para todos.

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