Archivo del blog

lunes, 18 de octubre de 2010

WILLY WONKA



Una de las muchas explicaciones que le dan por aquí al nombre de Chicago, es su supuesto significado en alguna antigua lengua india, que al parecer hacía referencia al apestoso olor de la zona por los muchos campos de cebollas que se pudrían al sol, esa es también la razón de uno de sus apodos, The Big Onion.

Ahora en cambio, la ciudad huele a chocolate. Uno lo nota fácilmente cuando pasea por cualquier calle del centro, sobre todo los días de viento, días que aquí se repiten con cierta frecuencia. El motivo ha sido un misterio para nosotros hasta no hace mucho tiempo, cuando en una de nuestras excursiones por el West Loop descubrimos la vieja fábrica de chocolate de Blommer&Co, y comprobamos que lleva mas de setenta años desparramando su aroma por todos los rincones.

Los estudiosos dicen que los malos olores han demostrado aumentar la agresividad y que por el contrario, los olores agradables provocan cierto estado de paz y relajación. Como al chocolate además se le atribuyen numerosas y beneficiosas cualidades, deberíamos estar en la ciudad de la gente feliz. Algo que las autoridades podrían haber tenido en cuenta hace unos años, cuando aplicando alguna ley federal que velaba por la pureza del aire, se empeñaron en limitar las emanaciones tóxicas de nuestra fábrica, que únicamente quería extender la felicidad por las calles. Por lo visto (y olido), no lo consiguieron del todo.

Y hoy me ha hecho especial ilusión recibir la primera carta real desde que ando por aquí, tinta y papel, como en los viejos tiempos.

La canción de hoy.

1 comentario:

  1. Estoy contigo, lo del papel nunca pasará de moda, o no debería

    ResponderEliminar