Hoy hay poco que contar, supongo que influye el temor porque se me viene encima un duro síndrome postvacacional tras un puente largo y la intranquilidad de que mañana, como todos sabemos, se para el mundo.
Lo único destacable del día ha sido una pequeña excursión a una muy extraña tienda de todo a un dólar, que no se diferencia en nada de los viejos todo a 100 ni de los menos viejos todo a un euro, salvo porque allí estaban comprando todos los vagabundos del barrio y porque el tendero no era chino. Y hasta allí nos hemos ido intentando encontrar algunas de esas bolsas en las que la ropa disminuye varias veces su tamaño con el aspirador, igual que hacen los jíbaros con las cabezas. A ver si con un poco de suerte el aire de por aquí pesa varios kilos y podemos aspirar el exceso de equipaje.
Un poco de música.
No déjéis que los preparativos de la marcha os agüen el final, ¿eh? Aunque por aquí está todo listo para que volváis hay que disfrutar lo último, que aún no conocéis la Navidad por aquellos lares. Y este año habrá que buscarse una manera de mandaros las latas de uvas...
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