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sábado, 4 de diciembre de 2010

LAVAR Y CORTAR



Habiendo tantas cosas tan baratas, demasiadas, no consigo explicarme como es posible que por aquí un simple corte de pelo ronde los 50 dólares, y si además eres mujer la cosa se dispare hasta los 150, lo que convierte las visitas a la peluquería en un artículo de lujo. Debe ser por eso por lo que florecen como setas los salones de manicura, y pedicura, donde por un módico precio las señoras calman el mono.

Pero gracias a los muchos contactos que empieza a tener en ésta ciudad, B localizó una academia de peluquería en Lincoln Park donde por 14 dólares, 16 el fin de semana, lavan, cortan y peinan. El truco es que estás en manos de los alumnos y debes ser consciente del riesgo que corres de salir de allí con un extraño parecido a Alaska, así se encargan de advertírtelo varias veces, pero por la diferencia de precio merece la pena tentar a la suerte.

Hasta allí nos hemos ido el día de la primera nevada del otoño, que aunque los cuatro bajo cero que anuncian para mañana puedan hacer pensar otra cosa, el invierno aún no ha llegado. Y está mal que lo diga yo, pero la alumna que le tocó en suerte la ha dejado muy guapa. Aún más. Y además, la visita le ha servido a Penélope como prueba de que su inglés ha alcanzado el nivel necesario para ser autosuficiente en este país, así que nos hemos vuelto a casa con doble sonrisa.

La canción de hoy.

1 comentario:

  1. Nodudo de la calidad de semejantes aprendices o de la belleza de Penélope, pero ahora que la cosa se pone previsiblemente cada vez más fría igual no es del todo una buena idea lo de quitarse abrigo capilar, ¿no?
    Un beso, como cada día

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