GULLS

La semana ha ido pasando sin sobresaltos y hoy ha vuelto el sol aunque no se ha ido el frío. No sé si es por eso, pero estos días la universidad se ha llenado de gaviotas, el lago está ahí al lado y parece gustarles pasear por el campus. Ellas rebuscan entre la basura y la gente les echa comida, son tan confiadas que casi comen de la mano...la escena me recuerda a Tomás El Blasfemo y su campana.

Día ocupado, muchas endoscopias y muy variadas, tantas que han conseguido cancelar mi reunión con el jefe, prevista para discutir futuros trabajos y presentarle algunas revisiones y proyectos. Es el riesgo que se corre cuando se programa algo para la tarde del viernes, que he comprobado que es un día igual de temible en todas partes. Se amontonan las urgencias que parecen surgir de la nada, a los cirujanos siempre se les ocurre algún caso que comentar y que tienen prisa por resolver y hay un momento, en el que casi sin darte cuenta, la gente desaparece como por arte de magia.

Mi primer recuerdo de su existencia es el macarrón roto de un Citroën GS y una espera en la autopista, primos, tías, abuelos...y capazo. Ese día descubrí que hay otros macarrones además de los que se comen, después he ido descubriendo y aprendiendo muchas otras cosas.

Desde aquello ha llovido un poco, tanto como treinta años. El resto de recuerdos son mucho mejores, sin ser malo el primero. Así que la canción del día, en honor de la hermana, que hoy, aquí, todavía sigue cumpliendo años. Mucha felicidad.