Hoy el termómetro se ha plantado de repente entre los veinte y los treinta grados, por vez primera el viento se agradecía, y la ciudad ha sufrido de golpe una extraña mutación.
Un ejercito de sandalias, camisetas de tirantes y minifaldas ha tomado las calles, en cualquier metro cuadrado de césped del campus había alguien tomando el sol, el río era un ir y venir de barcos atiborrados de turistas...o de autóctonos haciéndose pasar por turistas, Michigan Avenue, vista desde el puente, parecía acoger una manifestación, todo le mundo ha salido de su agujero y el bar de tapas de abajo estrenaba terraza, desbordada a la hora de la cena, con el pobre Emilio echando el resto limpiando mesas para aumentar el aforo...por fin ha llegado lo que llevábamos tiempo esperando, que no era otro cargamento de ibéricos, sino el buen tiempo.
El cambio también se ha notado en el DCAM y todo el mundo parece estar de buen humor, debe de ser el poder del dios sol y de la melatonina.
Hemos agotado otro mes y toca renovar la galería de fotos, que me están cogiendo polvo. Os dejo algunas de las que no han tenido sitio por aquí, para así dejar constancia de la transformación y del paso del tiempo.
El padre de Pablo, reconvertido a esquiador compulsivo, ha celebrado hoy un año más. Desde aquí el regalo habitual en estos casos, algo de música.
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