Leí hace unos días a alguien, que aprovechando que pasaba unos días en EEUU se acercó a ver un partido de béisbol. Le costó un buen rato enterarse de quienes eran los que jugaban en casa y quienes los visitantes, contaba sorprendido que allí todo el mundo gritaba por igual cualquier jugada y que en las gradas los seguidores estaban completamente mezclados sin mayor problema.
Puede parecer algo exagerado pero se acerca bastante a la realidad y a la forma que tienen por aquí de vivir el deporte. Los equipos son lo más parecido a una empresa, no es raro que se muden continuamente de una ciudad a otra y la gente apenas se siente identificada con ellos ni ellos con el lugar en el que juegan. Lo que importa es el espectáculo, los colores no tanto.
Por todo lo contrario son famosos los Packers, uno de los equipos fundadores de la liga de fútbol (americano, claro), el único que permanece en el mismo sitio en el que se creó, hace ya casi cien años, y el único que sigue siendo un club en manos de los socios y no una franquicia como el resto, donde lo que cuenta es el dinero.
Es el equipo que más veces ha ganado el campeonato, sin ser el más rico y sin representar a una gran ciudad, sino a Green Bay, un pueblo de antiguos leñadores y apenas 100.000 habitantes, perdido entre Canadá y los Grandes Lagos. Son el orgullo de Wisconsin y lo representan allá por donde juegan, sus seguidores llevan los últimos 50 años llenando el estadio cada día de partido y hay que esperar más de 100 años para conseguir un abono de temporada. Es habitual que quien se apunta deje en herencia su puesto en la lista.
Por eso de la cercanía son uno de los mayores rivales de los Bears, esta noche están jugando aquí uno de los partidos más esperados de la temporada y van ganando 10 a 7 al final del tercer cuarto. A ver si hay suerte.
Más música.
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