Hoy ya me he cruzado un par de veces con el habitante más particular del barrio. Una mujer, ya mayor y algo loca, que dedica todo el día pasearse con unas cuantas bolsas a cuestas, llenas de no se sabe muy bien qué. Se esconde de todo el mundo, te esquiva por las esquinas, rechaza el asiento cuando alguien se lo ofrece en el autobús y maldice entre dientes si te quedas mirándola más tiempo de la cuenta.
Siempre lleva una peluca negra de rizos, igual que si fuera un payaso, tiene los ojos azules y se maquilla tanto las mejillas que parece una muñeca y a mí me hace recordar aquella frase de la señora Bouvier...Las señoritas se pellizcan las mejillas, las furcias usan colorete. Pero tiene aspecto de haber sido guapa de joven
Durante el verano llevaba siempre un vestido largo y las chanclas que tanto se resisten a quitarse por aquí, y en cuanto llegue el invierno se volverá a calzar las botas de nieve, sin cordones, y se pondrá su abrigo de plumas marrón hasta los pies. De momento ya lleva una chaqueta de entretiempo, ahora que el viento empieza a soplar un poco más frío.
Seguro que esconde alguna bonita historia, de la que todavía no he conseguido enterareme. Y lo he intentado.
Algo de música.
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