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jueves, 4 de noviembre de 2010

EL SEXTO SENTIDO


Ya se puede confirmar que el puesto de research coordinator está completamente gafado. Leah, que ostenta el cargo, regresó sana y salva de su periplo de ida y vuelta en autobús a Nueva Inglaterra pero está perdiendo la cabeza, lo que no sé si es peor.

Todo empezó cuando estaba empeñada en que un profundo aroma a tabaco y menta invadía la oficina y nos quería hacer creer que alguien fumaba a escondidas y mascaba chicle para disimularlo, cosa imposible en este país, en el que es más fácil esconder un cadáver en el armario que fumar donde está prohibido. Por suerte no acusó a nadie.
La hiperosmia fue en aumento y desde hace días le incomoda el olor de la comida que cada mediodía le llega desde mi rincón, y mucho me temo que peligra la hora de las palomitas de cada tarde. Por las canas que peina y la cantidad de años que la contemplan, la excusa del embarazo está descartada.

Pero últimamente se le han ido sumando nuevos síntomas a esta curiosa hipertrofia sensitiva, hay días que dice escuchar sirenas y alarmas que nadie más oye y cada mañana se revuelve en su sitio por el volumen de la megafonía del hospital, que tan solo trata que el interesado se entere del aviso. Insiste en que Nina se siente en su silla para comprobar el viento helado que nota sobre las manos cuando teclea en el ordenador y de las quejas sobre el frío, a las que ya nos tenía acostumbrados, ha pasado a no quitarse la gabardina en todo el día. Y eso, que gracias al invierno, cada día sube la temperatura tantos grados como baja en la calle.

Por lo menos ha dejado aparcadas sus lecciones de castellano y su esfuerzo diario en pronunciar mi nombre.

Mas música.

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