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martes, 17 de agosto de 2010

DESAHUCIO


Hace semanas recibí en el móvil un mensaje poco tranquilizador de Jerry, el dueño de este pequeño condo con vistas a Cityfront Plaza y al río si uno tira de imaginación. Me decía que lo ponía en venta y que tan sólo quería ponerme sobre aviso.

Enseguida me vi enredado en una mudanza imprevista, con las maletas en la puerta y meneando un vasito con monedas en el puente de Michigan Avenue, junto al tipo que se considera demasiado feo para prostituirse, según el cartón que sostiene entre las manos.
Le mandé una contestación nada cariñosa a la que no tardó en responder explicándome que eso sería cuando ya no estuviéramos aquí, que tan sólo me avisaba por si nos topábamos con algún cartel pinchado en el tablón del cuarto de las lavadoras, anunciando la venta, y me recordaba que habíamos hablado de ello hace ya tiempo.

Caí en la cuenta de que tenía razón, y me acordé de que incluso quiso vendérmelo a mí por un módico precio, y de que pensé que no sería mala inversión. Avergonzado traté de balbucear una disculpa en otro mensaje. Como siempre, esto me pasa por no pensar las cosas dos veces, o tres.

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