Lo de hoy ha sido lo más parecido a una guardia que he conocido desde que estoy aquí, y no por el trabajo, que básicamente ha sido el mismo de ayer, sino por esa extraña sensación, un poco olvidada, que provoca el ir a trabajar un sábado por la mañana. Y levantarse a la hora en la que todo el mundo vuelve a casa tras una noche de juerga, o coger el autobús cuando la única gente que estaba en la calle eran todos esos locos que llevan días entrenando para el maratón del domingo. Mañana, que sigue la fiesta, me tocará encontrarme con los corredores, que a esas horas ya habrán invadido la ciudad.
Pero no hay lugar a la queja, ni la menor intención de que esto lo parezca, y en nada se parece a la vida de una fellow de endoscopia avanzada, con seis guardias por semana. Vive pegada a un busca, que como todo el mundo sabe, te hace perder un minuto de vida cada vez que suena, si mantiene el ritmo morirá joven.
Por suerte para todos ha habido cena como colofón, y he podido comprobar que en todas partes la gente se transforma fuera del trabajo y que por muy fresco y abundante que sean el sushi y el sashimi, lo que triunfa en este país son las costillas de cerdo con salsa barbacoa. Yo como siempre me he retirado pronto, y he dejado al personal dudando entre el Tribeca y el Green para tomar la primera, creo que el fin de fiesta está algo más claro y acabarán yendo al Yupi a desayunar. ¿O estoy mezclando?.
Un poco de música.
Salvo por lo de las costillas, el resto me parece que me suena.
ResponderEliminarUn beso desde aquí.