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domingo, 5 de diciembre de 2010

25 DE KISLEV


Acompañando al enorme árbol de Navidad que adorna el vestíbulo desde hace un par de semanas, hay una januquiá, el candelabro judío de nueve brazos que se utiliza para celebrar Hanukka, la fiesta de las luces.

Los judíos conmemoran en estos días la recuperación del templo de Jerusalén, cuando los macabeos consiguieron librarse del dominio griego hace ya más de 22 siglos. Y también el milagro del aceite que ocurrió por entonces, cuando la cantidad que se necesita para encender una sola vela les permitió mantener el menorá encendido en el templo durante ocho días, el tiempo que tardaron en encontrar más aceite.
Además de apostarse caramelos jugando a la peonza y de repartir dinero entre los niños, en este tiempo hay que encender cada día, cuando se pone el sol, uno de los brazos del candelabro. No sé si aquí será Jean el encargado, aunque con ese tamaño y ese color negro como el betún no tiene demasiada pinta de judío, pero nunca se sabe. ¡Feliz Hanukkah!

2 comentarios:

  1. Precisamente ayer, volviendo del segundo desayuno hobbit, la facción de los primos medianos hacíamos memoria de pasadas referencias "friends-tásticas" de por aquí, y leída la entrada no puedo sino pensar en ese memorable villancico made in Buffay "Mónica,Mónica, que tengas feliz Hannuka..."

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  2. Yo en cuanto vi la januquiá en el hall me acordé del armadillo navideño contando el milagro del aceite, al que volví a ver hace no mucho.

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